Tiempos de guerra

Por Melina González

Politicians hide themselves away

They only started the war

Why should go out to fight?

They leave that role to the poor

War Pigs. Black Sabbath

Hoston, Estados Unidos,(02-03-2022).- La serenidad que cobijan las mañanas, fue interrumpida por las urgentes transmisiones de radio de último momento: soldados habían cruzado la frontera por diversos puntos fronterizos y se instaba a la población a salir de manera inmediata de las zonas. Los primeros estruendos del combate, comenzaron a despertar a quienes aún dormían. La guerra, había comenzando.

Desde hacía mucho tiempo, la tensión entre ambos países había ido alcanzando puntos más álgidos. No obstante, el raciocinio y pacifismo que la humanidad se jactaba poseer, tras las amargas experiencias de guerras pasadas, eliminaba la posibilidad de escalar y llegar a una confrontación militar.

Por años, las diferencias se habían vaciado en dimes y diretes en parlamentos, convenciones, entrevistas y tratados, mediados por políticos y dirigentes de países aclamados como neutrales, por ello, la pesadilla de la guerra, parecía disiparse al albor de las mañanas, hasta ése día.

La mañana del 1 de septiembre de 1939 y con la justificación de haber lanzado proclamas públicas en contra de Adolfo Hitler, soldados alemanes, preparados desde horas antes, asaltaron la frontera con Polonia. Como todas las guerras, la Segunda Guerra Mundial inició con una mentira: el día anterior, Hitler había dirigido una operación de auto sabotaje para  inculpar al gobierno polaco y tener la justificación de invadirlo.

Hitler, deseaba iniciar una guerra contra Polonia desde hace mucho, y creyó que en pocos días, el combate cesaría. No obstante, Gran Bretaña y Francia, mostraron su rechazo a sus actos y cesaron relaciones diplomáticas, que terminarían con declaraciones de guerra. De la farsa, inició la Segunda Guerra Mundial.

Ochenta y tres años después, en un golpe de amnesia histórica el mundo, despertó con la misma historia: una escalada de las tensiones entre Ucrania y Rusia, existentes desde la caída de la Unión Soviética en 1991, culminó con la decisión del presidente de Rusia, Vladimir Putin, de declarar independientes las regiones ucranianas de Lungask y Donetsk, que han albergado por décadas, arraigados movimientos separatistas pro rusos, pero que, también, albergan a miles de ciudadanos con una profunda identidad nacional hacia Ucrania.

Cuando se alistaban las mesas de negociaciones y diálogos convocadas por diversos países, un decisión, asegurada tomada como “repentinamente” por parte de Putin , pero, de escalas que requieren una senda preparación, dio inicio a una invasión y un conflicto que ha alcanzado proporciones internacionales y que tiene, nuevamente, como hace 83 años, al mundo en vilo.

A cinco días de la intervención militar rusa en las regiones autoproclamadas como independientes de Ucrania, las imágenes de los terrores y errores que causan las guerras, han dado la vuelta al mundo: devastación, desolación y muerte, es lo único que se rescata de las noticias que corren de un lado hacia otro.

A diferencia de las guerras pasadas, la existencia de las redes sociales, ha permitido conocer, en tiempo real, las novedades en el frente, por lo que las movilizaciones no únicamente de los líderes mundiales, sino de la población civil, han sido también, de una inmediatez que el mundo en guerra, jamás había conocido.

En esta guerra, como en todas, los ejércitos y sanciones se rigen por intereses mezquinos, en la mayoría de las veces, de líderes de uno y otro bando que jamás tocarán el suelo de combate y jamás, conocerán el rostro horroroso de éste tipo de conflictos. Las víctimas y los héroes, son únicamente la población civil, que resiste y asiste a éste tipo de actos.

Tras darse a conocer la noticia, a unas horas de que comenzara a circular en redes sociales, en Twitter y Facebook, comenzaron las condenas mundiales; la comunidad internacional de Twitter comenzó a dar conocer información proporcionada por ciudadanos, periodistas y propios soldados de Ucrania y Rusia que, desde las primeras trincheras de combate, narraban la situación.

La ciudad de Kyiv, capital de Ucrania, despertó en medio de un bombardeo que le robó la luminosidad al sol. Desde ése entonces, la vida de miles de personas ha transcurrido entre refugios, hospitales; en un vaivén de ir y venir, según las alarmas de ataque de las ciudades.

El mundo, horrorizado de éste ataque, parece haber despertado del letargo con el que reaccionó a otros momentos similares, en Siria, Afganistán, Crimea y otra decena de etcéteras que han acontecido en los tiempos pos guerras y, encabezados por potencias que hoy, condenan a los actos similares que Rusia, sin justificación, comete contra Ucrania.

A lo largo y ancho del mundo, la mayoría de los países han manifestado su apoyo hacia Ucrania; países de histórica tradición neutral y pacifista, como Suecia, Suiza y Finlandia, han roto el esquema y han condenado a Rusia y decidido apoyar a Ucrania. Japón y Alemania, países que tras la segunda guerra mundial han mantenido una política también pacifista, la han dejado atrás y han realizado una serie de sanciones, económicas principalmente, que se unen a la mayoría internacional.

Sin embargo, ha sido la sociedad civil, la que se ha volcado a las calles, avenidas, monumentos y plazas, la gente “común y corriente”, la que ha demostrado el verdadero y genuino sentir respecto a éste conflicto; a través de marchas, de protestas, de pega de posters, de cantos, el mundo se ha hecho escuchar.

Mientras que en redes, legiones de personas se han dado a la tarea de organizar colectas, recaudación de ayuda, incluso, de lanzar campañas para abatir la numerosa falsa información que en este tipo de conflictos, obstruye al verdadero acontecer de los hechos.

En Estados Unidos,  país que históricamente ha encabezado arremetidas militares contra otros países, al igual que China y Rusia, el sentir de la población dista mucho ya, al de los bélicos 50s. Tras la Guerra de Vietnam, acaecida entre 1955 y 1975, el sentir de la mayoría de la población cambió y, optó por una mayoría que prefiere la paz, aunque sus líderes continúen con una política intervencionista agresiva.

Desde el nacimiento del movimiento hippie, en la década de los 60s en San Francisco, el movimiento pacifista se expandió hasta otras latitudes del país, sentimiento que ha imperado entre la mayoría de la población, que condena las intervenciones militares.

Con el surgimiento de éste nuevo conflicto, ha vuelto a despertar ése sentimiento que nació en San Francisco décadas atrás y que contagió en su momento al mundo; al igual que en el resto de la mayoría de los países libres, en Estados Unidos han salido miles de personas a protestar en contra de la ocupación rusa en Ucrania.

En las grandes ciudades, como Nueva York y San Francisco, se han congregado miles de personas que lanzan consignas en pro de la paz y condena hacia la guerra; en Houston, Texas, desde que inició el combate, diariamente se han realizado manifestaciones afuera de la embajada Rusa existente en la ciudad.

Al inicio, únicamente eran concurridas por miembros de la comunidad Ucraniana radicada en la ciudad, sin embargo, a partir del tercer día, una vez que el conflicto escaló a niveles impensados, han sido respaldados por comunidades como la vietnamita, china, afroamericana y, sobretodo, la latina, que ha salido a mostrar su apoyo, pues, quien mejor que los migrantes provenientes de países latinos, para conocer de los estragos de la violencia.

Y es que, los tambores de guerra no han sonado de manera inesperada: lleva muchos años ya el mundo cimbrándose por conflictos regionales que daban muestra de su estado general. En México, las imágenes de enfrentamientos y muertos, las cifras de desaparecidos, son claro ejemplo de los tiempos de guerra que la humanidad, viene padeciendo.

En Siria, Afganistán, la propia Ucrania, Crimea y en África, los enfrentamientos constantes, aislados, pero siempre presentes, también han dado muestra de que esos tambores de guerra llevan mucho tiempo sonando, únicamente, la humanidad, no los había querido escuchar.

La paz, ésa eterna aspiración de la humanidad, ni en pleno siglo XXI ha logrado encontrar un balance entre el anhelo y los hechos, derivado de la imposibilidad de controlar y limitar las decisiones políticas y militares mediante la moral y el derecho, aspectos que no se han logrado conciliar, generando una dificultad social para distinguir, entre una causa justa y una causa injusta, pues cada una de las partes en una guerra, estima como justa su propia causa.

Sin embargo, lo que sí queda claro y lo que sí se ha quedado constancia a lo largo de la historia, es que con la guerra, jamás triunfa la justicia, ni para uno ni otro bando, pues la población, de todos los implicados, siempre serán las víctimas de estos conflictos.

Éste nuevo conflicto, a casi un siglo de distancia de las grandes guerras, vuelve a ensombrecer al mundo, pero, también, vuelve a sacar los sentimientos más nobles de la mayoría de la población; nos ha vuelto a recordar lo que es la humanidad.

NO A LA GUERRA