La indiferencia mata

Por Melina González/// Ágora Digital

Houston,(16-02-2022).-El pasado miércoles 19 de enero, después de las nueve de la noche, René Robert,  famoso fotógrafo suizo, daba su paseo habitual por el barrio parisino donde habitaba desde hacía varias décadas, cuando de repente, perdió el equilibrio y se cayó.

            “Y ahí quedó. En un trozo de acera entre una tienda de vinos y una óptica. Paralizado y a la vista de los parisienses que volvían a sus casas a toda prisa de trabajar, los paseantes que iban o venían de los restaurantes o los cafés de la zona, los turistas”, narró el diario español El País.

    Tras nueve horas de haber permanecido en el suelo de la fría acera, frente a la vista de todos, alguien por fin, un indigente, se acercó a ver si se encontraba bien.

Pero ya era tarde, el fotógrafo, considerado como uno de los mejores en su área a nivel mundial, cuyo lente inmortalizó a los mejores exponentes del flamenco por décadas, murió de hipotermia, ante la mirada de cientos de personas que por horas, caminaron frente, sobre y entre su cuerpo, sin tratar de ayudarlo.

Ésa noche, los cientos de personas que caminaron frente a él, sin prestarle ayuda, se convirtieron en los verdugos que lo condenaron a la muerte. Ésa noche, Robert se convirtió en una estadística más en una ciudad en la que al año, mueren más de 500 personas en situación de calle.

 La diferencia, es que él sí tenía casa, pero, una caída lo redujo a la condición de miles de personas que viven invisibles en las calles, avenidas, bajo puentes y lotes baldíos. Su caso, evidenció una vez más, la ceguera e insensibilidad que padece la mayoría de la gente, que ignora toda existencia que cree, no aporta nada a la propia.

Éste caso, que conmocionó al gremio artístico parisino, volvió a poner sobre la mesa, la condición en la que se ha condenado a sobrevivir a miles de personas no sólo en Europa, sino en todo el mundo. Los Sin Techo, como se les llama en España, los Homeless, en Estados Unidos e indigentes, en México, representan toda otra clase de seres humanos que han sido olvidados, invisibilizados y rezagados sistemáticamente una y otra vez por toda la sociedad.

II

A mí llegada a San Francisco, lo primero que noté fueron tres cosas: la ausencia de corporaciones policiacas patrullando, la inexistencia de perros callejeros y, la existencia de todo un ejército de personas,  habitando las calles de la ciudad.

En mí estadía por tres años en ésta ciudad, considerada una de las más ricas del mundo, nunca vi un solo perro o gato en situación de calle; ésta ciudad, mantiene los records más altos en adopción de animales. Ostenta, también, una de las cifras más altas de personas en situación de calle, tan sólo por debajo de Los Ángeles. Las calles, ahí, se han quedado sin animales callejeros, pero, son ahora, personas, las que las habitan.

La terrible estampa, se reproduce en el centro de los Ángeles y Nueva York también, donde los campamentos de las personas sin hogar, de los homeless, han formado toda una ciudad dentro de la ciudad. En ella, permanecen ajenos, como si fuesen invisibles, a todos y todo los que pasa a su alrededor.

En estas ciudades, como en todas las demás, la mayoría de las personas tienden a revictimizar a las víctimas que habitan las calles. Juzgan, condenan, asumen y, vanagloriándose en su cuestionable moral, hasta regañan a quienes se encuentran así.

Así como en México ésa artera estrategia iniciada por parte de las autoridades de revictimizar a las víctimas de hechos violentos, en un intento por esconder su ineptitud y desinterés por esclarecer los delitos, bajo el pretexto de que “pertenecían al crimen delincuencial”,  es empleado ahora por la propia sociedad, para justificar la masacre que ocurre en el país e intentar lograr la tranquilidad pensando que, mientras no “actúes mal”, la violencia no te alcanzará, lo mismo, pasa con las personas sin hogar.

Condenas iniciadas por el gobierno, se traducen ahora en repudio por gran parte de la sociedad que juzgan la condición de miles de personas, llegando, incluso, a justificar la situación; mientras en México se excusan los doble moral acusando a las víctimas de su participación en hechos delictivos y de ahí, el resulto de su muerte, en Estados Unidos, se les acusa de ser drogadictos y flojos y, por ende, merecer tan triste destino.

Es en San Francisco donde existen la mayor cantidad de programas sociales destinados a tratar de solucionar el problema de los homeless, situación, que tras la pandemia por Covid 19, ha multiplicado la cantidad de personas que tienen que habitar en las calles, por lo que los esfuerzos, como desde hace décadas, siguen siendo insuficientes e infructuosos.

Asociaciones civiles han reclamado una y otra vez, la insensibilidad con la que son tratados y la falta de programas adecuados para lograr su reinserción social, pues no se toma en cuenta las condiciones y particularidades de cada caso.

Y es que en Estados Unidos, ocho de cada 10 personas sin hogar son hombres, mientras que el 60% corresponde a miembros de la raza blanca, seguidos por la comunidad afroamericana y latina. Además, casi 6 de cada 10, presentan problemas de alcoholismo y/o abuso de sustancias, por lo que además de apoyos económicos, requieren de un programa de desintoxicación.

Y, como si no fuese suficiente la contradicción de habitar una ciudad en la que te encuentras restaurantes que te ofrecen un café por mil pesos, y en su puerta, por las noches pelean vagabundos por poder dormir, las autoridades consideraron oportuno crear un programa de inyección segura, en el que se ofrecen jeringas a los drogadictos para que se inyecten sin el riesgo de contagio.

En San Francisco están prohibidos los popotes y todo uso de plásticos, pero, las jeringas para usar heroína y demás sustancias, las reparten gratuitamente.

III

La insensibilidad, indiferencia y hasta rechazo con el que cada vez más personas ven a quienes se encuentran en una situación de vulnerabilidad, en este caso, en la indigencia, sigue condenando a muerte a miles de jóvenes, hombres y mujeres que, víctimas ya de sus propias decisiones, enfermedades y núcleos familiares, padecen la revictimización de sociedad y gobierno.

En Europa, cada año mueren más de 100 mil personas en condición de calle, según la Organización Mundial de la Salud. Tan sólo en España, se estima que cada cinco días muerte una persona sin hogar. Acorde a un estudio realizado en 2018 por el Centro de Acogida Assis, en Barcelona, la mayoría muere al ser víctima de agresiones, seguida por hipotermina y, accidentes relacionados con el fuego que usan para protegerse del frío.

Pero es, en el país más rico del mundo, donde hay más personas en situación de calle. En Estados Unidos, más de medio millón de personas viven en condiciones de indigencia crónica, es decir, que llevan años habitando en las calles. California es el estado que concentra a cerca de la mitad de ésta cifras, seguido por Nueva York y Florida.

Mientras en México se revictimiza a las víctimas de la violencia y en donde la ciudadanía vive sumida en la apatía por todo lo que pase a su alrededor, en las ciudades “Cosmopolitan”, ésta indiferencia, también se reproduce.

Los sin techo, mueren víctimas del olvido. En ésas sociedades,  los niños han aprendido que es más condenable ver a un animal en la calle, que un hombre muriendo de frío.

Habitamos ciudades pletóricas de personas que evitan mirar a los demás, ciudades en donde la indiferencia, también está matando.