El regreso de la primavera

Por Melina González/// Ágora Digital

“Todo aquel tiempo fue como un largo sueño.

La ciudad estaba llena de dormidos despiertos”

La Peste. Alberto Camus 

Hoston,Texas,(09-02-2022).-Dos años han pasado ya del inicio de la pandemia. Recuerdo, vívidamente aún, cómo poco a poco el mundo se fue apagando. Pequeñas notas relacionadas a un brote viral en una alejada provincia de China, en semanas, se convirtieron en primeras planas en diarios europeos. Asentada en San Francisco para ése entonces, platicaba con mi madre, en México y ambas, nos consolábamos diciendo que eso nos quedaba muy lejos para preocuparnos.

Como nosotras, miles de personas más, incluso los gobiernos, minimizamos ésa información que, como granos en reloj de arena, fue cayendo poco a poco, sin permitirnos visualizar y comprender que el invierno sería más largo de lo pensado.  

De naturaleza terca y escéptica a conveniencias, dudábamos de ésas cifras que daban cuenta del avance del mortal virus; sin embargo, en semanas, vimos, a través de las noticias, como Europa se colapsaba. Italia, España fueron los primeros en caer. Francia, Gran Bretaña y Alemania, le siguieron. En un mes, todo el continente había caído. Y aún así, creíamos, que cuando llegara el virus a costas americanas, estaría ya controlado.

El 16 de febrero del 2020 se declaró el estado de emergencia para San Francisco,  convirtiéndose en el primer bastión de toda América, en perder terreno frente al virus. Ése día, la realidad, como a miles más, me dio una bofetada que jamás olvidaré.

Horas antes de que iniciara el toque, recuerdo que salí con mi esposo a caminar al muelle. Una ciudad siempre rebosante de gente, de turistas, de jóvenes haciendo ejercicio, de marineros, de repente, se quedó vacía. Sin embargo, como nosotros, muchos otros se congregaron frente al mar para tratar de apaciguar la ansiedad.  En silencio, regresamos a casa para nunca volver a ver un atardecer así.

Ésas imágenes de largas filas de personas desesperadas por ingresar a un supermercado, comprando lo que fuese para subsistir, de anaqueles vacíos, de la policía y el ejército haciendo rondines para evitar la circulación no esencial de personas, de doctores, camilleros, enfermeros con trajes de esos que sólo se veían en las películas de ciencia ficción, atendiendo a los enfermos, se volvieron reales, mientras que los enfermos y muertos, también.

Uno de mis dos trabajos era en un supermercado, en el área de atención a clientes. El primer día, tras la declaración de emergencia, recuerdo que muchos clientes compraban entre lágrimas, mientras que mis compañeros, en silencio, trataban de reconfortar. Era la primera ocasión que en San Francisco, cuna del movimiento hippie y emblema mundial de la libertad, se establecía una medida así.

Después de San Francisco, California cayó. Y, poco a poco, el resto de Estados Unidos. Para inicios de marzo, el país, se había declarado en emergencia nacional: cerraron fronteras, establecieron toques de queda y los casos y muertes, no cedían. En México y América Latina, con incertidumbre y escepticismo, seguían atentos a las noticias, esperanzados de que el avance del virus, se frenaría.

Pero no fue así. Para mediados de marzo, los primeros casos comenzaron a inundar los centros médicos de México, Argentina y Chile. Le siguieron casos en centro y Sudamérica. Ésa realidad que habíamos estado negando, cambiando la página de los periódicos, acababa de alcanzarnos. Y, de repente, para todos, la primavera había quedado cancelada.

Desde ése entonces, no ha regresado. Confinados o no, hemos visto cómo el mundo ha cambiado. Nos hemos acostumbrado al temor desbordado de unos y al escepticismo temerario de otros. Nos hemos enfrentado, como nunca, a la soledad y desasosiego, mientras que toda una generación de niños, ha crecido más familiarizados con los cubre bocas que con las sonrisas y creen que lo normal, es el encierro.  

En estos años, con el bajo y alto oleaje de la pandemia, los países, acorde a sus posibilidades, cambiaron, apostaron, se la jugaron con nuevas estrategias. Unos abrían, otros cerraban, otros recrudecían las restricciones, otros, las flexionaban.

En ése vaivén de decisiones políticas, sanitarias y económicas, la población, intentaba sobrevivir: sin abrazos, sin cercanía con los seres queridos, muchos sin trabajo, sin clases, sin poder festejar, con miedo u oponiéndose a las restricciones, con vacunas, resistiéndose a ellas, pero todos, esperando, que ésa primavera postergada en el 2020, regresara.

A dos años de ésa espera, por fin, parece ser, la primavera llegará. Tras el embate que la última variante de éste virus dio, se retrae a epidemia. Como el invierno que poco a poco cede paso a la primavera, sacando de su letargo a todos los que hemos invernado por dos años, el virus, que ha llegado para quedarse, comienza a considerarse controlado en varios países.

Dinamarca, Finlandia y Noruega, han anunciado el fin de la pandemia; Gran Bretaña, Francia, Suecia, Suiza, Irlanda y los países bajos, se preparan para también darla por terminada y Australia, país que mantuvo cerradas sus fronteras por más de dos años, ha comenzado a recibir nuevamente a los turistas.

Israel anunció que eliminarán el uso del Green Pass, documento de vacunas que se requería a la población para ingresar a espacios públicos cerrados, al igual que España, Italia e Inglaterra.

En Estados Unidos, las restricciones de viajes se han comenzando a levantar y, se alista también, una posible declaración de epidemia en los próximos meses; California, que ha sido el estado con las restricciones más fuertes de todo el país, ha suprimido el mandato estatal de emplear cubre bocas al interior de lugares públicos.

Por dos años en Texas, se suprimió su tradicional rodeo, con alegría, los texanos festejan hoy su regreso, mientras que en Nueva Orleans, el Mardi Grass también se anunció, ha regresado.

Y, en San Francisco, primera ciudad de América en haber caído y, cuyas restricciones fueron de las más enérgicas en todo el mundo, también ha comenzado a prepararse para recibir la primavera, ésa, que quedó inmortalizada en la letra de Scott McKenzie y que varias décadas después, se sigue cantando como una oda a la esperanza.

Por ello, con anhelo, en América Latina, atienden las noticias, así como pasó al inicio de la pandemia. Sólo que lo hacen ahora con la esperanza, de que pronto, se puedan adaptar a ésta región y ahí también, se pueda dar por inaugurada la primavera y con ella, regresen los festivales, carnavales y festejos, pero, sobre todo, que regrese el sosiego, tras vivir más de 800 días entre hospitales, clínicas, pruebas, sustos, pérdidas y añoranzas.