Cronos etéreo

Por José Filiberto Rivera Medellín///Ágora Digital

  • “El tiempo profundo es tan difícil de asimilar, tan lejano a nuestra experiencia ordinaria, que se configura como un obstáculo para nuestro entendimiento…es algo tan extraño que sólo podemos comprenderlo metafóricamente”. Stephen Jay Gould

Fresnillo, Zac,(07-08-2023).-En un inicio sólo existía el vacío, el vasto espacio puro e infinito, denominado Caos, que dio origen a Gea (la tierra madre), la cual crea la primera división de la tierra. Caos engendra debajo de ella al Erebo y encima de ella un vacío que dará lugar a Urano (o el Cielo). En el momento en que se daba la división orgánica del Universo nacía Eros, quien en un principio fue el deseo abstracto y más tarde sería personificado por el niño amor o Cupido (personaje intrépido e infaltable de las futuras historias de dioses y humanos).

En el decurso de la historia, los ciudadanos de las diferentes épocas y culturas, han expresado una singular sensibilidad para con el tiempo. El tiempo mismo ha variado a través de los propios instrumentos de medición del tiempo y de las tecnologías sociales. Las siluetas del tiempo han variado ellas mismas a través del tiempo. Ahora bien, hay algo que al parecer permanece en todo este frenético transcurrir, a saber, el problema mismo del tiempo como sutil perplejidad y como dimensión fundamental del existir humano que resulta imprescindible a la hora de orientarnos y ordenar el devenir del mundo.

Ya Platón en el Timeo y posteriormente Aristóteles se preocupó de un tema tan trascendental como éste y el estagirita llegó a dar una definición del tiempo que se ha hecho clásica: “El tiempo es la medida del movimiento según lo anterior y lo posterior”. Con esta definición el filósofo vincula el tiempo con el movimiento, pero sin que se identifiquen, aunque para que haya tiempo tiene que haber algún movimiento.

Aun así, para Aristóteles también había un Bien Absoluto fundado, no en la teoría de las ideas, sino en su visión teleológica de la naturaleza y su postulado lógico de un fin último. En otras palabras, creía que el orden en la naturaleza tenía también un origen y que ese origen tenía que ser un ordenador. La causalidad entendida por el estagirita suponía un sustantivo que ponía el orden. No concebía el orden sin un ordenador.

Puesto que el mundo era eterno también el ordenador debía serlo. En el terreno de la ética, Aristóteles concibe un fin último al que están dirigidos todos los fines secundarios de la vida, una intención que debía impulsar a todas las demás. Que el Motor Inmóvil sea la fuente del movimiento conductual, fuente de la voluntad incluso, es algo que se puede intuir directamente de la Eudemia.

La creación artística es un misterio de la condición humana que se manifiesta de una manera muy destacada en el artista. Todos podemos ser creadores, pero está claro que ésta es una característica que se suele dar de una manera más incisiva en el artista.

 Aunque el propio Pablo Picasso afirmase: «Lo que más me sorprende es que tanta gente tenga la pretensión de comprender el arte. Me pregunto: ¿tiene sentido intentar comprender el canto de los ruiseñores?, ¿tiene sentido querer penetrar el misterio de la noche, de las flores, de las cosas bellas que nos rodean y que amamos? Sin embargo, cuando le toca al arte la gente pretende comprenderlo. ¿Por qué? Yo creo que la única cosa que la gente debe comprender es que el artista crea porque debe crear, porque posee su arte. El artista es solamente una pequeña, una pequeñísima parte del universo, y no merece más atención que los otros elementos que componen el universo, y que, como la obra de arte, proporcionan alegría, consuelo, emoción, paz.»

La verdadera obra de arte nace misteriosamente del artista por vía mística. Separada de él, adquiere vida propia, se convierte en una personalidad, un sujeto independiente que respira individualmente y que tiene una vida material real. No es pues un fenómeno indiferente y casual que permanece indiferente en el mundo espiritual, sino que posee como todo ente fuerzas activas y creativas. La obra de arte vive y actúa, colabora en la creación de la atmósfera espiritual.

El color y sus posibilidades son características que desde épocas primitivas forman parte de la vida del ser humano, independientemente de su campo geográfico o cultural: es la expresión material más visual que podemos encontrar en la naturaleza. Es por esta razón por la que la mayoría de obra plástica creada por el ser humano fuera siempre pintada: ya sean las cuevas prehistóricas, como Altamira, las necrópolis egipcias o los murales de los primeros templos mexicas: el color es esencial para la vida del ser humano.

La visión plástica pura debe edificar una nueva sociedad, del mismo modo que, en arte, ha edificado una nueva plástica. Será una sociedad fundada en la dualidad equivalente de lo material y de lo espiritual, una sociedad constituida por relaciones equilibradas.

Es algo inherente al ser humano plantearse la existencia de lo intangible, lo etéreo, lo que nuestros sentidos no alcanzan a percibir, es decir, lo abstracto. Durante muchos años, la religión se encargó de darle sentido a toda pregunta encaminada en esa dirección, la que intuitivamente se ha denominado más allá. ¿Más allá de dónde? ¿De nosotros? ¿Dónde terminamos nosotros y empieza aquello?

No debemos mirar más allá de la naturaleza sino, mejor, a través de ella: debemos ver más profundamente, nuestra visión debe ser abstracta, universal. Entonces lo exterior se convierte para nosotros en lo que efectivamente es: el espejo de la verdad. Para llegar a ellos es menester que nos liberemos del apego a lo exterior, pues sólo entonces sobrepasamos lo trágico y podemos contemplar conscientemente, en todas las cosas, el reposo.

Al hombre le ha sido otorgada, mediante la contemplación estética abstracta, la posibilidad de unirse a lo universal de modo consciente. En el instante estético de la contemplación, lo individual se diluye y lo universal aparece. Materializar por medio del color y de la línea lo universal que aparece en la contemplación, ha constituido siempre el sentido profundo de la pintura. Y cuando la pintura del tiempo inminente se caracteriza por la representación más netamente definida de lo universal, desprendiéndose de la aparición natural, debemos ver en ello una manifestación del espíritu nuevo de ese tiempo.

Casi como si de una experiencia religiosa se tratara, uno debe abandonar lo terrenal para unirse a lo espiritual, lo natural para llegar a lo universal. En una época en la que la religión estaba perdiendo parte de la influencia de la que había gozado durante siglos, era el arte el que trataba de dar respuesta a lo etéreo de la existencia humana. Las vanguardias, demostrando una confianza ciega en la capacidad de raciocinio de las personas, trataron de incentivar el desarrollo intelectual global que estaba al alcance de todos siendo el pintor el posible guía, como lo sería el filósofo para Platón o el sacerdote para el cristianismo.

La visión plástica pura debe edificar una nueva sociedad, del mismo modo que, en arte, ha edificado una nueva plástica. Será una sociedad fundada en la dualidad equivalente de lo material y de lo espiritual, una sociedad constituida por relaciones equilibradas.