Entre partituras y quehaceres

Por Héctor Guzmán Mejía /// Ilustración Cath Zúñiga

¿Cómo vivo la cuarentena? Mi nombre es Héctor Guzman, director de orquesta y orgullosamente originario de Fresnillo, Zacatecas en donde familiares y amigos entrañables siguen enfrentando, como todos, esta crisis de salud mundial.

Por azares de la vida, persiguiendo el sueño de todo artista, vivo con mi familia en Dallas, Texas desde hace muchos años. Esta vocación me la heredó mi padre, Efrén Guzmán, «El Polingas», baterista, trabajador de la mina y un hombre, siempre alegre. La música y él nos acompañan en todo momento a mis hermanas Ofelia, Gloria, a mi hermano menor, Efrén y desde luego a mi madre.

Primera semana…

Empieza la rutina… interrumpo mi estudio de Beethoven por ahora, para distraerme limpiando ventanas,desempolvando muebles y pisos.

Puedo plantar arbustos, plantas y hasta árboles en mi jardín al que por fin puedo hacerle caso y para sorpresa de Daisy, mi esposa, cambio focos, ajusto los enchufes, cuelgo lámparas y hasta ¡le ayudo a limpiar el arroz y los frijoles!

Segunda semana…

Ahora es ¡la Segunda sinfonía de Mahler! …. y ¡las indicaciones en alemán me desesperan!

Acostumbrarse a convivir día y noche ha sido un reto para Daisy y para mi. Pero estamos aprendiendo a compartir todo, todavía con una sonrisa de esperanza. Mis manos siguen aprendiendo a limpiar ventilas, pulir pisos e increíblemente… ¡no he causado un incendio cambiando cables de electricidad!.

Tercera semana.

¡Más partituras!

Ahora Tchaikovsky y Brahms, pero ahora me detengo para admirar la actitud, siempre admirable y humilde de mi hija Sofía, cuya boda fue pospuesta por este ¡dulce encierro voluntario! Que bendición disfrutar de su buen humor mientras espera con ilusión y paciencia el convertirse en esposa.

Cuarta semana.

Ahora me toca lavar ropa, lijar y pintar las orillas de madera en la escalera, pero no sin antes un encuentro de horas con mis amadas partituras de Bach y Mozart.

En esta cuarentena he aprendido a evaluar las prioridades de mi vida, a valorar el cariño de mi madre, mis hermanos, y una familia extraordinaria. Un verdadero milagro.

He aprendido a ver con más claridad la capacidad del ser humano para actuar de la manera más generosa, (con contadas excepciones, claro) en momentos difíciles.

Y por último, las manos de un músico aplauden con ovación de pie a los doctores, enfermeras y personal de salud y todos aquellos que arriesgan su propia vida para atendernos… Vivo la cuarentena agradecido por su enorme sacrificio