En busca del balance

Por Eunice Méndez Romero /// Ilustración Cath Zúñiga

El primer paciente que atendí por ansiedad de ésta pandemia del COVID19 fue a finales de Febrero; él vive en China desde hace casi 4 años, y no sabía si regresarse a México ó quedarse. Valorando todas las posibilidades tanto de contraerlo como de prevenirlo…

Ayer que salí a comprar alimentos después de tres semanas guardada en casa, entendí con todo el cuerpo el temor de enfermar y morir.

Como muchas personas tuve mi etapa de crisis, seguida de la negación, este confinamiento es un proceso de duelo, sobrevino la indigestión de noticias, videos, artículos científicos, sociales, conspiracionistas, bromas mexicanas, documentos para apoyar emocionalmente a la niñez o a los adultos. Y por fin silencio mental.

Elaboré un documento –que te comparto abajo-, para sobrellevar el tiempo en casa, basado en el autocuidado y el buentrato en la familia… propone rutinas, espacios lúdicos y bienestar, faltaba ponerlo en práctica a pie juntillas, y fui un desastre.

Estresé a mi familia por mi necesidad de control para que “estuvieran bien”. Dejé de escuchar sus necesidades, sus gustos y sus tiempos. Y troné.

Atravesaba el enojo, y me preguntaba cómo estaban lidiando otras familias con sus monstruos internos.

Desde que empezó el confinamiento me atormenta el inminente incremento de violencias perpetradas contra mujeres, niñas y niños. Frente a las absurdas propuestas de gobiernos locales y federales para “hacer algo para ayudarles”. 

Sobrevino la tristeza, entendiendo que mi capacidad para contribuir en ésta y otras causas, es limitada, y aun así no pasa una semana en la que busque y encuentre la forma de ser solidaria y paliar el dolor de alguna familia o alguien que busque mi apoyo personal o profesional.

Desde antes de la pandemia ya trabajábamos desde casa mi esposo y yo; mi hijo es muy hogareño y por lo general sabemos llevarla bien y divertirnos juntos y separados, éstas semanas han sido como domingos laaaaaaaaargos e interminables. En los que el mérito mayor es una buena comida, una casa recogida ó quitarse la pijama.

Como decía, este proceso es un duelo, ahora estoy llegando a la aceptación y alcanzando aprendizajes valiosos.

Como que vale más la armonía del hogar y una convivencia afable, que la urgencia del aseo y del orden, que mi hijo está aprendiendo las materias obligatorias de la vida como picar fruta y verdura, para cocinar, hacerse cargo de quehaceres y composturas de casa, y aprender a convivir en una crisis desarrollando su espacio personal, ahora  lo escucho riendo en una videollamada con su mejores amigos de la CDMX.

Durante una comida, les pregunto sobre sus pasatiempos y actividades de ocio, me doy cuenta que mi querido esposo lo que mas disfruta es trabajar, incluso puede pasar la noche en vela sacando escritos retrasados, esos son sus tiempos, y su manera de contribuir al mundo es informándolo todo, a veces logro ver una película o serie a su lado y eso si, todos gozamos después de comer o cenar tener una partida de algún juego de mesa.

Yo buscando un balance, trato de hacer yoga para principiantes viendo youtube en mi tele, sin la expectativa de que alguien se me una; sé que para mí ejercitarme una o dos veces al día es el pasaporte a mi bienestar, no me afano todo el día en quehaceres del hogar y he retomado viejos pasatiempos personales para seguir cultivando mi tranquilidad, porque casi a diario atiendo sobretodo a mujeres jóvenes y médicas que buscan una bocanada de aire fresco que les permita seguir remando contracorriente.

He acompañado muchos procesos de crisis humanitarias y sociales, de dolores indecibles ante la violencia brutal, mis orejas han oído de todo, y mis ojos se han quebrado mas de una vez.

También he visto a los mexicanos unirse ante un terremoto cargando víveres, tortas y palas para ir a ayudar. Y hace poco estuve en la marea morada de feministas, articulándonos con alegría y esperanza, sintiendo la fuerza de la que somos capaces.

En este mundo patriarcal acentuado en el confinamiento, las mujeres cargamos una losa pesada de roles históricos, que por ahora yo decido compartirla en familia, con dos acuerdos clave: la casa es de todos y cada quien es capaz de procurarse su bienestar, eso implica hacerse cargo de sus emociones y hartazgos.

En éstos días prepare una cena amorosa con velas y flores en la mesa, con un tendedero de fotos sobre algunos de nuestros momentos especiales. Juntos, reímos y lloramos por todo lo que nos ha tocado vivir, como pareja y como familia, que agradecida me siento de tenerles a mi lado.

Los planes de éste año, ya se fueron al carajo, lo que me conviene pensar es en el balance diario, en terminar el día con una mezcla de alegría y satisfacción.