Entregó su vida

Es un día clave en la historia de la humanidad.
Día para contemplar escuchando y escuchar contemplando la
respuesta de Dios al pecado del mundo.
La respuesta se llama redención.
Escuchamos la dramática narración de la pasión según san
Juan, la profecía de la suerte del Siervo y la meditación sobre la
actitud serena de Jesús al entregar su vida.
En la intensidad del rito de la Liturgia vespertina oramos,
adoramos la Cruz Redentora y comulgamos el Cuerpo de Cristo
que reservamos de la Eucaristía de ayer tarde.
Jesús no improvisó su pasión.
Entregó su vida por fidelidad a su Padre.
Obedeció hasta el fin,
Cumplió la voluntad de Dios,
Yo doy la vida… Nadie me la quita…
Amó hasta el extremo.
Jesucristo es la Víctima Pascual, el Siervo obediente,
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Toma sobre sí las heridas de la humanidad.
“Por sus llagas hemos sido curados”, escuchamos con claridad.
Se entrega todo.

Sangre derramada para el perdón de los pecados,
seguimos escuchando en el sacrificio eucarístico.
Mucho que agradecer y aprender en esta conmemoración.
Vemos la vida tan llena de cruces y de crucificados.
Más allá de la prueba y el sufrimiento, buscar y hacer la
voluntad de Dios.
Por la cruz de Cristo alcanzamos la salvación.
El Crucificado vence el mal, el pecado y la muerte.
Con Él la vida no termina en fracaso sino en victoria.
Hoy llevamos en el corazón los sufrimientos de los rechazados,
las víctimas de la violencia criminal, la opresión de quienes son
aplastados por el mentiroso.
Nos acordamos de los ‘corderos inmolados’, las víctimas
inocentes de las guerras, las dictaduras, las ambiciones
malsanas, la violencia cotidiana, los abortos, los nuevos
Herodes y Pilatos con ropajes de redentores.
Ante la imagen del Dios Crucificado llevamos a los heridos en la
vida, a los desaparecidos, a los abandonados a su suerte…
Solamente en Él pueden recibir el consuelo y el sentido de su
dolor interminable.
En la hora del Sacrificio supremo en la Cruz, Jesús lleva a
término la obra que le ha confiado el Padre: la salvación del
mundo, de muchos.
Miren el árbol de la Cruz, donde estuvo clavado el Salvador del
mundo.
¡Vengan y adoremos!
El Viernes Santo dará paso al Domingo de Resurrección.
La cruz dolorosa se convertirá en Cruz Gloriosa.
Es viernes de esperanza.
Velemos y oremos.
La palabra que Dios pronunciará es VIDA.