El inicio de un nuevo año escolar

Por Gabriel Páramo///Ágora Digital

Mercurio

Ciudad de México,(31-08-2023).-Un familiar muy cercano que vive en Estados Unidos con frecuencia me comenta de sucesos catastróficos y apocalípticos que, supuestamente, vivimos en México. No voy a negar, ni podría hacerlo, que en el país vivimos una violencia desmesurada, que hay una degradación bestial de los recursos naturales, que las desigualdades son la norma y que la impunidad campea, pero tampoco me parece que el país se nos esté deshaciendo. Por el contrario, creo que existen indicios claros de esperanza y, como siempre, estos se dan desde abajo, desde el pueblo.

Venus

El lunes tuve la oportunidad de asistir a la ceremonia de inicio de cursos de una primaria situada en una unidad habitacional de la Ciudad de México. Fue emocionante ver, desde muy temprano, montones de niños y niñas entre temerosos y expectantes esperando entrar a la escuela, acompañados mayoritariamente de sus madres, pero también con importante presencia de padres, abuelos, tíos y hermanos. Todos ordenados en una mañana fresca de la capital, algunos comiendo, saludando, reencontrándose. La entrada al plantel fue rápida y ordenada para los niños; poco después permitieron ingresar a los acompañantes.

Tierra

Encontramos a niños y niñas formados en cuadro alrededor del patio, mientras el profesor de educación física (ya me reconvinieron para que no diga “de gimnasia”) daba instrucciones e, inexplicablemente (y de manera totalmente absurda e innecesaria), algunas las expresaba en algo parecido al idioma inglés. La ceremonia cívica fue corta; los discursos más largos. Algunos hablaron de la importancia de la educación, otros de la necesidad de la solidaridad. La representante de las autoridades educativas leyó un texto que recalcó la importancia del conocimiento, la crítica y la solidaridad.

Marte

Para mí, el momento culminante de la ceremonia fue cuando alumnos y alumnas de sexto de primaria entregaron a los recién llegados de primero un regalo, seguramente preparado por las profesoras, a los más pequeños. Un lápiz, una goma y un sacapuntas en una bolsita de celofán con un pequeño moño. Mucho más allá del detalle, para mí lo impactante del gesto es que en esa escuela, y espero que en muchas más de este país, los grandes de sexto (que se ven verdaderamente gigantescos y desarrollados frente a los casi bebés de primero) se erigen como protectores de los más débiles.

Cinturón de asteroides

Por supuesto, no soy tan romántico para creer que este acto en sí será la única solución a los problemas del país, pero creo que al menos es un paso en la dirección correcta. Aún hay mucho que resolver y en lo que debemos trabajar. Uno de los papás no paró de hablar durante toda la ceremonia por estar quejándose de que una “malvada maestra” de cuarto año traía de encargo a su hijo, porque el niño platicaba en clase. “Es un niño —decía, vehemente, el agraviado pater— ni modo que lo vayan a mantener en silencio como si estuviera enfermo”. Por supuesto que a este santo varón le convendría saber un poco más de pedagogía y de las normas elementales de la convivencia.

Júpiter

Y aprovechando que en la ceremonia se hizo la entrega simbólica de los libros de texto, comento al respecto lo siguiente: Como profesor, he seguido de cerca la discusión en torno a los libros de texto gratuitos de la Nueva Escuela Mexicana. Por supuesto, yo hubiera querido unos libros mucho más de izquierda, que hablaran de los problemas actuales de México respetando la voz de los afectados sin ningunearlos o descalificarlos en lugar de, simplemente, ignorarlos. Hubiera agradecido un antiimperialismo fuerte y decidido, que enfrentaran efectivamente la catástrofe ambiental, que marcaran un latinoamericanismo militante y una mayor conciencia de clase. Sin embargo, la mayoría de los contenidos que he conocido de esos libros son, al menos, interesantes y sí tienen una propuesta pedagógica novedosa, que no revolucionaria, y que podría dar buenos resultados.