¡Cuánto penar para morirse uno!

Foto:Enrique Mandujano Sandoval

Por Gabriel Páramo///Ágora Digital

  • A la memoria de Enrique Mandujano Sandoval

Mercurio

Ciudad de México,(28-11-2023).-Mi hermano Eugenio siempre dijo que uno no muere mientras permanezca en la memoria de sus amigos, de quienes lo amaron en vida, de quienes le deben algo. Que así sea con mi amigo, el colega profesor y periodista Enrique Mandujano, mentor de tantas generaciones de estudiantes de periodismo y comunicación tanto en el Colegio Libre de Hidalgo, como en la Carlos Septién y comunicadores de muchos estados de la República Mexicana.

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Enrique Mandujano, que aunque la institución a la que sirvió por tantos años lo olvide, no solo fue exalumno de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, sino que fue también su Director Académico y profesor. En las aulas, y fuera de ellas, inculcó a generaciones de alumnos no solo las normas de la buena redacción periodística, sino de la discusión ética y ontológica del quehacer del periodista, sus responsabilidades y alcances en una sociedad cambiante y convulsa.

Tierra

La discusión engrandece, y Mandujano lo sabía. También el disenso y la dialéctica lucha de contrarios. ¿Siempre estuve de acuerdo con él? Por supuesto que no, pero siempre pude reconocer en él, además de al amigo, a la persona seria y preparada preocupada porque la enseñanza del periodismo, su pasión principal, produjera personas dignas y socialmente útiles.

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Por supuesto, no era perfecto, pero su imperfección lo hacía humano y entrañable. Fue el peor modelo para usar trajes, tal vez comía demasiado y alguna vez llevó su playera tipo polo (o “mandujana”, como algunos llegamos a decirles) con manchas del almuerzo. Cometió errores, algunos graves, dolorosos, pero supo sobrellevarlos y seguir adelante sin traicionar jamás su vocación de maestro, como lo constatan las decenas de mujeres y hombres que en este momento lo lloramos.

Cinturón de asteroides

Una mezcla de errores, manipulación y mezquindades no solo lo alejó de la escuela que lo formara, sino que lo marcó para siempre. Tal vez entienda el hecho, pero jamás la forma en que la institución a la que, repito, tanto le dio, lo trató. Afortunadamente, el Colegio Libre de Hidalgo, en Pachuca, supo acogerlo.

Júpiter Siempre me quedará el orgullo que cuando la escuela lo echó, y lo vi bajar solo por las escaleras. Lo alcancé y lo acompañé hasta la calle. Mi amigo no iba a salir solo por la proverbial puerta trasera, no lo