Vistazo a la cotidianidad del Mercado Hidalgo.

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Fotos y texto Gerardo Romo /// Ágora Digital 

Fresnillo.- El olor a chile de árbol impregna el segundo piso del mercado Hidalgo. Las ollas con menudo están cociéndose. Es un platillo bendito cuando achaca la cruda.

Desde las 7 de la mañana es común ver a los locatarios preparándose para recibir a los clientes, la mayoría vienen de comunidades. Aquí se puede desayunar bueno, rico y barato, unos huevos al gusto, birria, taquitos, antojitos de todo.

 La música del trío ameniza durante las 12 horas de actividades del lugar, que tiene ya 55 años de vida.

La variedad de este espacio es tal que se pueden encontrar quesos frescos o hasta sacar una acta de nacimiento.

Un altar de la Virgen de Guadalupe sirve para que los visitantes se persignen o en un instante le encomienden el día que comienza.

“Aquí se trabaja duro, ya no hay tanta gente pero hay que sobrevivir”, dice doña Juanita mientras aplana los frijoles de la olla para después freírlos.

El vaivén es constante, aunque ya no como antes. “Han bajado las ventas”, coinciden los comerciantes. Pero no dejan de levantarse y trabajar, esperando que hoy sea mejor que ayer.