Reflexiones desde una ciudad fantasma

Foto///Melina González

Texto y fotos/// Melina González

“This following program is dedicated to the city and people of San Francisco
Who may not know it but they are beautiful”

Eric Burdon, San Francisco Nights

La ciudad que nunca dormía, continúa, como desde hace ya dos meses, sumida en el sopor al que fue confinada, desde febrero, a causa de la pandemia por Covid-19 que asfixia al mundo desde que el 2020 inició.  Sonámbula, como cientos más, la ciudad de San Francisco recibió la primavera. Sin embargo, en esta ocasión, no hubo festejos multitudinarios en los parques, como antes, ni flores adornando las fachadas de estaciones de policías, en recuerdo a las protestas que jóvenes realizaron en la década de los sesentas, en rechazo a la Guerra de Vietnam y que aún hoy, algunos evocan cada año.

Éste año, al igual que en el resto del mundo, la llegada de la primavera, fue distinta. No hubo rituales chamánicos en las zonas arqueológicas para recibir el primer rayo de sol cargado de nueva energía, ni, festivales culturales-religiosos, que se celebran en los albores de ésta estación, con motivo de los Días Santos. Éste año, el mundo atestiguó el Viernes Santo, más silencioso y sepulcral en siglos, pareciera ser, que por fin, éste día, la humanidad estaba de luto.

Las manifestaciones sociales que históricamente han brotado en ésta época, al igual que las plantas, han dejado, para la posteridad, recuerdos de calles solas y fantasmales. Ni el Mayo Francés ni la primavera Árabe, encontraron eco éste año. En su lugar, desérticas calles, rostros opacos por mascarillas y profundos silencios,  le dieron la bienvenida a la primavera.

La humanidad, dejó atrás los festivales, las reuniones, las celebraciones. Los abrazos y las muestras de afecto, han quedado confinados en los anaqueles del recuerdo, por el momento.

A dos meses de que se decretara la cuarentena, con  toque de queda para el área de la Bahía y, a un mes y medio de que se hiciera para California, el confinamiento obligatorio continúa. Mientras que algunos claman y exigen la reanudación de las actividades económicas y sociales, cuya suspensión ha significado la pérdida de millones de trabajos, muchos otros, motivados por la reducción de muertes relacionadas o generadas por el Coronavirus, aplauden la decisión, tomada días atrás por las autoridades del Área de la Bahía,  por ampliar el confinamiento hasta el 31 de mayo.

El Área de la Bahía, integrada varios condados, que incluyen a San Francisco, San Mateo, Santa Clara y Alameda, está habitada por cerca de 7 millones de personas. Ahí, se han registrado 6 mil 109 contagios por Covid-19 y 219 muertes hasta el momento, mientras, que, en California, se tienen ya contabilizados 43 mil 464 casos y mil 755 defunciones.

No obstante, a diferencia de otros estados, como Nueva York, el más golpeado por la pandemia en todo Estados Unidos, país que ya superó el millón de contagiados y más de 50 mil muertes, el confinamiento obligatorio al que se sometió a cerca de 40 millones de personas, parece dar resultados: las hospitalizaciones han aumentado, en la última semana, solo un 1.4% y, los ingresos a cuidados intensivos, son estables, por lo que el sistema de salud, no se ha visto desbordado, principal factor que ha hecho colapsar a países como Italia y España en semanas pasadas.

Pese a ello, se decretó, que el confinamiento continuará hasta el 31 de mayo, por lo menos, para el Área de la Bahía y, a partir de ésa fecha, se establecerá, si existen las condiciones para ello, un programa dividido en fases para reanudar las actividades económicas. No obstante, encuentros deportivos, conciertos y, las clases, en todos los niveles, estarán suspendidos hasta el siguiente año. Además, el uso de máscaras, caretas y cubre bocas, continuará siendo obligatorio para poder ingresar a cualquier espacio público, exceptuando aquellos al aire libre, así como el distanciamiento social.

El estrés al que se ha visto sometida la humanidad, desde hace varios meses, no únicamente obedece al estado anímico que impera por el temor de contraer ésta enfermedad, mortal para unos y asintomática para otros, sino, a la desolación que ha dejado el confinamiento y, a la incertidumbre económica que se ha volcado entre la población, quien, se cuestiona, en silencio, en redes o, en manifestaciones, cada vez más frecuentes y violentas, en Estados Unidos, México y en otras partes del mundo,  si las acciones decretadas por los gobiernos, han sido las correctas. El Covid-19, profetizan, dejará miles de muertos y millones de pobres en todo el mundo.

Tan sólo en California, en la última semana, el sistema de seguro de desempleo recibió más de 15 millones de llamadas, de igual número de personas que buscan el apoyo económico, tras haber perdido, temporal o definitivamente, su empleo.

Pero no únicamente, ésta pandemia ha colapsado a los sistemas de salud y económicos del mundo, ha visibilizado problemas que, por el estrepitoso modo de vida impuesto a la mayoría de las personas, se evadía, ignoraba o justificaba: la terrible desigualdad de clases.

La crítica y el debate que se ha abierto en redes sociales, en todo el mundo, sobre el deber confinarse en casa, incluye el: poder hacerlo. Se ha evidenciado que no todos están en condiciones de poder resguardarse en su hogar, incluso, como en San Francisco, ciudad en la que habitan cientos de personas sin hogar, ha quedado al descubierto que miles de personas, alrededor del mundo, ni siquiera poseen un hogar para hacerlo, abriendo el debate sobre la urgencia por modificar las agendas políticas de los gobiernos e, incluir en ellas, como tema prioritario, la salvaguarda de la dignidad humana, como presunto constitucional fundamental para todos.

Las imágenes de animales corriendo libremente, curioseando y jugando en las otroras intransitables y peligrosas calles de las grandes ciudades del mundo, se han vuelto también virales: pavo reales asaltando los jardines en Madrid, coyotes dándose un chapuzón en las playas de San Francisco, pingüinos paseando sobre las aceras en South África, osos jugando en las piscinas de complejos residenciales en Monterrey y Estados Unidos, y pumas paseando, en la noche, por ciudades chilenas, invitan a la hoy enjaulada humanidad a reflexionar sobre le injusta y cruel forma en la que se condenó a los animales, desplazándolos y aniquilándolos.

Pero, los animales, no han sido los únicos condenados al olvido. Las noticias del hallazgo de cadáveres de adultos mayores, apilados al interior de asilos o, encontrados, en sus domicilios, ya en estado de descomposición,  tras haber muerto en total abandono, exigen respuestas no únicamente de los gobiernos, sino también, de familiares y de la sociedad que decidió, olvidarse de sus ancianos.

El Covid-19, no únicamente ha puesto en evidencia la ausencia de políticas públicas en materia de salud, en todo el mundo, acertadas, ni la crisis de gobernabilidad que prevalece en todos los países, ni la omisión de las agendas políticas de conceptos tan básicos como el derecho de todas las personas a una vida digna, ni, la desequilibrada y voraz relación que se tiene con el medio ambiente, se ha puesto, también en evidencia, a una sociedad apática, inhumana y consumista que, por décadas, ha priorizado temas que, ésta pandemia, ha evidenciado, son inservibles e inútiles.

A unos días de que el mundo llegue a su primer cuatrimestre bajo esta pandemia, la pregunta que más nos hacemos es, ¿cuándo se volverá a la normalidad? Lo cierto es que el mundo, jamás volverá a ser como era antes. No puede y no debe de hacerlo. El mundo, entendido como la humanidad, debe de ser mejor y, jamás, igual a como lo era antes del Covid-19. Nuestra propia existencia, lo demanda.

Hay que seguir viviendo

a pesar de todos los firmamentos

que se hayan desplomado”

El Amante de Lady Chatterley.