Reflexiones desde Júpiter

Humedales y crisis ambiental

Por Gabriel Páramo

Mercurio

Hay que hablar de la Ciudad de México no tanto por centralismo, sino porque pareciera que lo que ocurre en ella se ensaya en todo el país. Los lagos y ríos desecados, los cerros poblados, la destrucción de la naturaleza. Todo el catálogo de horrores mediambientales. Y no se aprende. Ahora, el gobierno de la ciudad logra imponerse sobre la voluntad de los vecinos, ambientalistas y gente con sentido común y reactiva una gran obra vial que pone en riesgo a Xochimilco.

Xochimilco es mucho más que un lugar turístico o folklórico de la capital; es uno de los últimos lugares donde el ser humano y la naturaleza coexisten con un mínimo de equilibrio. El periódico Ecohistorias, dice: “De acuerdo a la comunidad científica esto implica un retroceso en el proceso de recuperación del ecosistema en la misma zona, pues los trabajos de saneamiento del Canal Nacional y el establecimiento del parque lineal, construido desde la desembocadura del río Churubusco hasta Periférico, quedarían ensombrecidos”.

Venus

Si se le preguntara a la gente, seguramente muy poca sabría qué es un humedal. Probablemente, la mayoría pensaría que se trata de un lugar acuático o de un pantano. En realidad, esta percepción es errónea. El 2 de febrero de 1971 se celebró en la ciudad iraní de Ramasar la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas. Posteriormente, todo lo referido a esa reunión se conocería con el nombre de la ciudad; los tratados entraron en vigor el 21 de diciembre de 1975.

El motivo de Ramsar era la celebración de acuerdos y tratados para “conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales, regionales y nacionales y gracias a la cooperación internacional, como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo”. En dicha convención se estableció que se entendía como humedal:

 “Toda aquella extensión de marismas, pantanos o turberas o superficies cubiertas de agua, ya sean estas de régimen natural o artificial, de forma temporal o permanente, de forma estancada o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluyendo las extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de seis metros”.

Tierra

Recientemente, la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) produjo un Inventario Nacional de Humedales para “recolectar la información cartográfica, ambiental y estadística de los ecosistemas del humedal, para su mejor aprovechamiento y preservación”. En total, el Inventario registró seis mil 331 humedales por lo que México sería de acuerdo con los criterios Ramsar, el segundo país del mundo –después del Reino Unido–  en extensión de humedales, con 142 que ocupan una superficie de ocho millones 644 mil hectáreas. Además, el país tiene 464 humedales binacionales, 430 con Estados Unidos y 34 con Guatemala y Belice.

Juan Antonio Ocaranza, coordinador de proyectos de EDUCE cooperativa, asegura: “Los humedales son una de las mayores fuentes de riqueza biológica del mundo, en particular aquí en la península (de Yucatán), pero también son de los ecosistemas más vulnerados, por ejemplo, por los desarrolladores de terrenos turísticos o las empresas que buscan agricultura industrializada”.

Marte

Desde 1900, México ha perdido la mitad de sus humedales. Erick Vides, doctorando del Colegio de la Frontera Sur, asegura: “Hay un proceso acelerado de destrucción de la selva, de alteración de los flujos de agua en el territorio y la falta de disponibilidad de esta. En la laguna Chun-Ek los cocodrilos migraron, se fueron. Primero, en la poco agua de la laguna (en realidad, un humedal) había un hervidero de cocodrilos; después se secó por completo, la tierra se cuarteó y los cocodrilos se fueron. Lo mismo pasó con la laguna Ik”.

Supuestamente, en México estas áreas están protegidas, o al menos, administradas, por el Comité Nacional de Humedales, que tiene como meta fundacional: “Mejorar la comunicación entre los organismos gubernamentales y no gubernamentales para una gestón efectiva y colectiva de estos ecosistemas. Así, a través del Comité Nacional de Humedales se estará fomentando el intercambio de información y experiencias respecto al conocimiento, manejo y rehabilitación de humedales, intercambio en el cual participen las dependencias del sector público responsables del tema ambiental, otras Organizaciones Gubernamentales y No Gubernamentales, la academia, la iniciativa privada, las comunidades locales y el público en general”.

Cinturón de asteroides

Sin embargo, y como dice el dicho mexicano “el que mucho abarca, poco aprieta”, el  Comité Nacional de Humedales es incapaz no solo de parar el deteriorio de los humedales,  a pesar de la existencia de una Política Nacional de Humedales, de la que deriva el CNH, y que de acuerdo con la información  de la propia página (ramsar.conanp.gob.mx) surge de “del reconocimiento de la importancia esencial de los humedales para el bienestar de los habitantes del país y que su pérdida tiene un costo económico, social y ecológico elevado”.

Los humedales mexicanos están por todo el país. Baja California Sur tiene 11, de los considerados sitios Ramsar, mientras que Jalisco y Quintana Roo tienen 13 cada uno y Yucatán, tres. Sin embargo, estos sitios de riqueza ecológica y diversidad de especies se ven generalmente como lugares sucios, que deberían dedicarse a algo “más productivo” y se aplaude cuando el Gobierno o los particulares los desecan para edificar lo que consideran “construcciones modernas, funcionales, que dejan dinero”, como hoteles, campos de golf o zonas habitacionales.

Resulta hasta cierto punto curioso darnos cuenta de que la Ciudad de México, la Tenochtitlán de los mexicas, se fundó precisamente en un humedal, que se ha venido desecando desde entonces. Las pocas zonas restantes, como Xochimilco, están próximas a desaparecer por la presión ubana y la falta de atención.