Orden social y estabilidad del sistema político: importancia de las elecciones

* Por: Matías Chiquito Díaz de León

Zacatecas,(10-01-2020).-Una sabia expresión del maestro Don Enrique González Pedrero (La sociedad de fuego cruzado) nos precisa que: Conocer el pasado permite, a un tiempo, incorporar lo aprovechable de su legado y desactivar las trampas que nos pone en el camino la proclividad a repetir lo peor de ese pasado.

El año 2021, que recientemente ha iniciado, celebraremos elecciones nacionales, las 32 entidades del país renovarán todos o algunos de los órganos del poder público, cuyo origen debe ser la elección popular. Para el caso de Zacatecas, la elección es completa y se anuncia, por fortuna, realmente competida.

En este contexto y ambiente propiamente electivo, resulta por demás urgente hacer un poco de memoria histórica. Recordemos pues, unos lo vivimos; para otros, mucho se ha escrito.

Las elecciones en México tradicionalmente fueron un ritual, periódicamente escenificado para justificar (legitimar) el arribo al poder de quien o quienes previamente eran ungidos por el sistema político-electoral vigente en cada momento. Hasta antes de 1988, los comicios estuvieron siempre a merced de los actores políticos directamente interesados en el resultado de la elección, desde el poder formal o fuera de él; sin excepción, el real poder político condujo las elecciones. Los órganos electorales operaban al son de esos intereses.

No obstante, como bien se apunta en la Radiografía del Fraude (José Barberán y otros, 1988): “El 6 de julio de 1988 constituyó no sólo el parteaguas de la vida política del México contemporáneo, por el hecho de que las elecciones dejaron de ser lo que habían sido en el pasado –un problema del gobierno- para convertirse en un asunto de la sociedad. Fue también el principio del fin del sistema…”.

A partir de los acontecimientos que envolvieron la elección presidencial de 1988, la sociedad, en sus diferentes ámbitos de organización, reclamó su derecho a decidir en la integración del poder público y asumió su responsabilidad en las elecciones, exigiendo procesos imparciales y con claridad suficiente para ser creíbles.

Ante la imposibilidad del Estado Mexicano para atender las expectativas generadas en el ámbito de los partidos de oposición y en los ciudadanos mismos, vendría la reforma político-electoral que fijó las bases de un nuevo sistema electoral; en agosto de 1990 se ordenó la liquidación de la vieja Comisión Federal Electoral dando paso a la integración de un novedoso órgano electoral, dotado de autonomía en su función y profesional en su desempeño, se trata del entonces Instituto Federal Electoral (IFE) hoy Instituto Nacional Electoral (INE).

Viene a cuentas recordar la historia para generar alertas. Como se ha dicho, aprovechar el legado positivo que el pasado nos deja y desactivar las posibles trampas que pondrían en el camino quienes pretendieran repetir lo negativo de la historia de elecciones en México.

Se trata pues, de generar alertas. Advertencias para los órganos electorales y para los actores políticos. A diferencia de 1988, ahora contamos con reglas del juego conocidas y reconocidas por todos los actores políticos como equitativas, suficientes para generar la posibilidad de juego limpio. No obstante, de nada nos serviría el sistema electoral, normativamente robustecido, si las reglas del juego no se cumplen y, en su caso, no se hicieran cumplir.

México vivió una larga historia de elecciones pervertidas, que trajeron como consecuencia múltiples desasosiegos: golpes de estado (1828) motines, asonadas, revoluciones (Ayutla 1853); levantamientos armados (Plan de la Noria 1871 y Plan de Tuxtepec 1876); la revolución de 1910 (Sufragio Efectivo. No Reelección). Finalmente, vivimos la amarga realidad del 6 de julio de 1988.

Han pasado ya 32 años de la Radiografía del Fraude. Gracias a las reformas del sistema electoral emitidas de 1989 a 2014, aún de lo que pudiera recordarse de las elecciones de 2006, la legitimidad del poder político no ha generado dudas que desborden en levantamientos sociales; es decir, las elecciones no han sido un factor de conflicto, más bien, son un mecanismo de solución. El sistema electoral (órganos electorales nacional y locales) ha mantenido un orden socialmente aceptable. Así debe continuar.

Sirva esta reflexión, para, como se ha dicho, alertarnos de la gran responsabilidad social que va sobre los órganos electorales y actores políticos. Las elecciones 2021 deben generar, a partir de sus resultados legítimos, la posibilidad de mantener el orden y estabilidad social y un ejercicio de poder enmarcado, como es exigido, en los estándares del sistema democrático, cuyo soporte básico está en la libertad y el respeto a los derechos fundamentales.

Es mucha responsabilidad, aunque simple de atender. Tan solo se trata de respetar las reglas del juego. Realmente, no es mucho pedir, es obligación de todas y de todos. De no cumplirse, que la fatalidad de la sanción impere.

*El autor es Vocal Ejecutivo de la Junta local del INE en el estado de Zacatecas