Educación escolar e inteligencia emocional

Por José Filiberto Rivera Medellín

Fresnillo,Zac,(02-06-2022).-Podemos decir, a manera de introducción, que hemos heredado de nuestro paso por las distintas instancias formales de educación la idea de que hacemos precisamente eso, educarnos, ir a la escuela, estudiar, para incorporar los conocimientos que nos serán útiles en el futuro. Vamos a la escuela a aprender, pero… ¿a aprender qué y de qué modo? Las teorías cognitivas que sustentan esta práctica cultural sólo asocian el conocimiento con la trasmisión y almacenamiento de información. La tarea educativa se reduce de este modo a un acopio de datos, cierto procesamiento de los mismos y el desarrollo de algunas destrezas y habilidades metodológicas.

No hay asignaturas en los programas de estudio que enseñen cómo desarrollar la confianza y la autoestima, sin las cuales poco podemos hacer en situaciones concretas de exigencia. Tampoco las hay que preparen para la aceptación y fortalecimiento de nuestras potencialidades, que nos afirmen en el respeto por nuestra verdadera identidad y la de los otros, único modo de salir a competir verdaderamente en el mundo por un lugar que nos dignifique.

No, la educación es mucho más que introducir conocimientos en los cerebros de las personas. O debiera serlo. Entiéndase bien: no estamos denostando una educación rigurosa y cognitiva ni banalizamos el valor de una formación experta ni la adquisición de saber. Muy por el contrario, todo eso nos parece imprescindible, aunque incompleto. Decimos que ello solo es insuficiente para abarcar el verdadero sentido que el término educar posee. Y que responder esa carencia es fundamental para el completo desempeño exitoso de cualquier persona, en cualquiera de las áreas en que ésta intervenga; porque educar, básicamente, tiene que ver con prepararnos para todos los órdenes de la vida, incluso, los emocionales.

Ya sabemos que las emociones constituyen un elemento que nos permite entender, interpretar y comprender el comportamiento humano, y que en general en el ámbito escolar no suelen considerarse a la hora de diseñar estrategias cognitivas, sean éstas metodológicas o de instancias de evaluación.

Las emociones nos predisponen a actuar de una u otra manera, entonces es muy importante tenerlas en cuenta para facilitar el aprendizaje escolar: el estímulo de emociones positivas (interés, entusiasmo, motivación) ayudarán a que el alumno optimice su aprendizaje y se encuentre mejor preparado para incorporar los contenidos; por el contrario, los estados emocionales negativos (desinterés, aburrimiento, abatimiento, frustración) serán una barrera para un aprendizaje eficaz.

Ángel Riviere señala “que la gran dificultad para que se incorporen algunos de los contenidos de aprendizaje que corresponden a los diferentes niveles de escolaridad, tiene que ver con lo desvinculado que éstos se presentan respecto de las intenciones y motivaciones”.